La ratificación de la salida de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el anuncio de criterios más estrictos para autorizar vacunas y para dar aprobaciones rápidas para medicamentos experimentales para enfermedades poco frecuentes fueron el regalo de bienvenida que hizo el Ministerio de Salud de la Nación al secretario de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, Robert Kennedy Jr.
En particular, por la conocida prédica crítica contra las vacunas del funcionario de Trump, llamó la atención el anuncio de criterios más rígidos para aprobar nuevas inmunizaciones.
En el comunicado de Salud se dijo que se pondrá el foco en los procesos de fabricación, aprobación y supervisión de vacunas, con el objetivo de garantizar que “las decisiones sanitarias estén basadas en evidencia pública, verificable y con controles efectivos”.

Se impulsará, según el comunicado, que las vacunas sean sometidas a estudios clínicos con grupos placebo como estándar mínimo, tal como se exige a otros productos médicos.
“Un ejemplo claro de esta necesidad es la vacuna contra el Covid-19, aplicada sin grupo de control y bajo condiciones de aprobación excepcionales. Revisar no es negar: es exigir más evidencia, no menos. Este enfoque busca elevar el rigor del proceso y reforzar la confianza pública a partir de datos comparables, accesibles y verificables”, dijo el ministerio.
Para el jefe de Infectología del sanatorio Allende, profesor de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y referente en investigación clínica en vacunas Fernando Riera, no habría problemas si no se entendiera el término “placebo” en sentido literal, sino en un marco más amplio.
“Cuando se hacen vacunas nuevas, para enfermedades nuevas como fue el Covid, los estudios iban contra placebo. Es decir, comparaban la vacuna contra un paciente sin vacuna. Pero si uno estudia una vacuna para una enfermedad que ya existe y que tiene una vacuna, como puede ser ahora el mismo Covid, el placebo no se entiende como sinónimo de sin vacuna sino que se llama placebo a la mejor alternativa disponible”, explicó Riera.
No hacerlo de ese modo es antiético, remarcó Riera. “Se compara con el mejor estándar disponible”, refirió.
“Un ejemplo son las vacunas recientes contra el virus sincicial respiratorio. Los primeros estudios se hicieron contra placebo, pero luego se compararon con vacunas similares. Placebo es el mejor comparador existente”, explicó Riera.
Sobre este punto Eugenia Peisino, médica, magíster en salud pública y profesora adjunta de la Cátedra de Medicina Preventiva y Social II de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNC, consideró que es correcto vigilar los procesos de elaboración de las vacunas y dar garantías pero no descontextualizar el caso de las que se confeccionaron para combatir el Covid-19.
“Las vacunas en el mundo son sometidas a procesos de producción y de control internacional. En particular, las vacunas de Covid han sido sin dudas las que permitieron evitar millones de muertes y que la pandemia tuviera menores consecuencias de las proyectadas y también menor duración”, dijo.
“Pero no es correcto descontextualizar que debieron ser aprobadas de manera excepcional (bajo procesos y estándares seguros) debido a la emergencia y letalidad de la patología”, agregó.
La profesional remarcó que el agua potable, la disposición correcta de las excretas (cloacas) y las vacunas son las estrategias de prevención primaria que mejoraron la calidad de vida mundial, aumentaron la expectativa de vida y han salvaron millones de vidas.
El Ministerio de Salud, a su vez, manifestó que se mantendrán y fortalecerán “las campañas de vacunación seguras, como la del sarampión, con eficacia comprobada y consenso internacional”.
“No existe ninguna vacuna que sea segura y efectiva”, expresó Kennedy años atrás, durante la pandemia de Covid. Esto fue moderado luego, cuando accedió al poder.
De 71 años, Kennedy es abogado y sobrino del expresidente John F. Kennedy. Durante las últimas dos décadas difundió teorías de conspiración que vinculan las vacunas infantiles con el autismo. También expresó que las que se aplicaron contra el Covid-19 fueron las “más mortales” jamás creadas.
Sin embargo, rechazó ser antivacunas, dijo que “todos sus hijos están vacunados” y pocas semanas atrás planteó que ante el descontrolado brote de sarampión que afecta a Estados Unidos “la forma más eficaz de prevenir la propagación” era la vacuna.
Contra la OMS
En ese comunicado, el ministro de Salud Mario Lugones volvió a expresar críticas contra la OMS: “Hoy la evidencia indica que las recetas de la OMS no funcionan, porque no están basadas en ciencia sino en intereses políticos y estructuras burocráticas que se resisten a revisar sus propios errores”.
Y agregó: “Frente a esto, urge que la comunidad internacional repiense el sentido de los organismos supranacionales: si están financiados por todos, deben rendir cuentas, cumplir con los fines para los que fueron creados y no convertirse en plataformas de imposición política por encima de los Estados miembro”.
Al respecto, Peisino ponderó la funciones de la entidad de coordinar la respuesta internacional y conjunta ante las emergencias sanitarias, de establecer los estándares mínimos en salud y de brindar apoyo técnico y económico a través de la implementación de programas.
“No comprender la importancia de una mirada global sobre los determinantes de la salud de nuestra población y pensar que la condición de salud argentina está aislada de la de las poblaciones de la región es un gran error estratégico y un retroceso en salud pública. Nadie se salva solo y no pensar en un abordaje conjunto, regional y global de la salud poblacional de nuestro país nos pone en un riesgo sanitario a todos”, disparó.

Por su parte Lugones también planteó que “se profundizará una revisión estructural de los entes nacionales del sistema sanitario. El objetivo es ordenar, actualizar y transparentar estructuras y procesos que durante años funcionaron con superposiciones, normas obsoletas y escasa supervisión. El sistema debe servir a las personas y no a la burocracia”.
Durante años, continúa el comunicado de Salud, “muchas de estas estructuras operaron con normas obsoletas, funciones superpuestas, falta de trazabilidad y escasa supervisión real. Este plan busca poner en revisión lo que se naturalizó, simplificar lo que se burocratizó y transformar lo que se capturó. Porque no hay calidad sanitaria posible si los propios organismos del Estado no funcionan con transparencia, eficiencia y foco en la salud del ciudadano”.
Contra los aditivos alimentarios
El Gobierno nacional dijo también que iniciará “una agenda integral para revisar y restringir el uso de aditivos sintéticos en productos alimentarios, con el objetivo de proteger la salud de la población —especialmente de los niños— y reducir la exposición cotidiana a sustancias con potencial riesgo".
La iniciativa también cuestiona el rol de “ciertos ingredientes utilizados por la industria alimentaria y su posible vínculo con el aumento de enfermedades crónicas. En este nuevo enfoque, la Argentina avanza hacia una alimentación más segura y una ciudadanía más libre: comer bien debe ser una elección informada”, se lee en el comunicado.
Revisión el uso de autorizaciones rápidas (“fast-track”)
El Ministerio de Salud también comunicó que “propondrá discutir el uso de este tipo de autorizaciones para medicamentos de altísimo costo, especialmente aquellos destinados a niños y enfermedades poco frecuentes. La innovación no puede justificar decisiones apresuradas ni sin evidencia sólida. Se abrirá una discusión técnica sobre los criterios de aprobación, priorizando la seguridad del paciente y la sostenibilidad del sistema, para que los nuevos tratamientos no se transformen en improvisación autorizada”.
Algunos expertos plantearon que esta medida puede generar superposiciones con el rol que tiene sobre estas habilitaciones la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología (Anmat).
Se pueden generar más y mejores controles de seguridad y eficacia, pero a la vez plantearon que una mayor burocratización puede ir en contra de la propia situación que atienden estos medicamentos de alto costo, experimentales y para enfermedades poco frecuentes.