Más allá del cimbronazo de abril, producto de la salida parcial del cepo cambiario, lo cierto es que los precios de la canasta básica hace ya un año que salieron de la espiral altamente inflacionaria en la que habían ingresado a finales de 2023. Desde entonces, la variación mensual de los alimentos y las bebidas se viene ubicando en torno del 3% mensual o menos.
En mayo, de hecho, muchos productos de primera necesidad apenas subieron, otros se mantuvieron y algunos incluso bajaron. Si bien la marcada desaceleración del último mes se explica básicamente por el desplome de las frutas y las verduras, un rubro con un comportamiento fuertemente estacional, en general se observa un claro freno en el incremento de los precios.
El problema es que a pesar de este proceso de baja inflacionaria, el consumo masivo no repunta. O lo hace a un ritmo casi imperceptible. Así lo reconocen los propios comerciantes, quienes advierten que con los actuales niveles de ingreso de la población, la demanda continua estancada.
“No hay plata en la calle”, repiten. Y coinciden en que, si los precios no suben, es básicamente porque se vende muy poco. Según la Cámara de Comercio de Córdoba, en mayo las ventas minoristas bajaron un 4% interanual medidas en unidades y el 6% respecto de abril.
Economía inmóvil
La economía argentina parece haberse quedado posando inmóvil en una fotografía tomada hace exactamente un año. Como lo requerían aquellos viejos daguerrotipos en los que el o la modelo de ocasión debían permanecer quietos por un largo tiempo para que la imagen quedara fijada en el papel.
Tras la fuerte escalada en los precios producto de la megadevaluación de fines de 2023, en el segundo trimestre de 2024 los salarios pudieron recuperar algo de todo lo perdido en los primeros meses, mientras la inflación cedía poco a poco su intensidad.
Pero ese proceso de recomposición del poder adquisitivo duró poco y prácticamente se detuvo sobre finales de ese año, para consolidar su estancamiento en los primeros meses de este 2025.
Los salarios vienen aumentando de a cuentagotas, en buena medida por la imposición de acuerdos paritarios por debajo de un 2% mensual como requisito para ser homologados por el Ministerio de Economía de la Nación. Pero también porque las empresas no están en condiciones de otorgar aumentos de sueldos mucho mayores en un contexto de ventas paralizadas.
Incluso con el dólar “planchado” y con el ingreso de productos importados a menores precios que los nacionales, la demanda popular no logra recuperarse. Sólo algunos sectores que apuntan a nichos de mayor poder adquisitivo, como la venta de vehículos cero kilómetro, están mostrando número positivos. El resto sigue en una suerte de letargo indefinido.
Aunque todavía se mantiene lejos de las cifras que manejan otros países, incluso de la región, el plan libertario de Javier Milei está logrando “domar” la inflación. El tema es que ese logro es a costa de “congelar” la economía del país en un punto en el que la dinámica del consumo interno se mantiene suspendida en un nivel muy pobre.
Así, la mayoría de los argentinos seguimos “posando” inmóviles para la foto de un país que, como aquellos antiguos daguerrotipos, está tardando demasiado en revelar la imagen que queremos ver.