A las 21.30 de este domingo, Onorina cerró una singular historia de vida. En su casa de Río Tercero, la misma en la que vivió desde que llegó de Italia a los 20 años, falleció. Tenía 112 años y era la persona de mayor edad en Córdoba y en todo el país.
La novedad sorprendió porque hasta hace apenas unos días se mostraba en buen estado de salud, como durante toda su extensa vida. El 7 de julio pasado había cumplido, y festejado, sus 112 años.
“Si algo se puede decir es que se fue de la mejor forma”, apuntó su nieto y vecino Sergio Tagliaferro.
Contó que Onorina estaba cenando cuando dejó de hablar y de responder lo que se le preguntaba. Fue llevada a la cama y en minutos ya dejó de respirar.
En esos días recibió a La Voz en su casa y contó detalles de su historia. Su principal problema de salud, desde hacía unos años, era de audición.
Onorina Apprato de Tagliaferro era, hasta este domingo, la más longeva de la provincia de Córdoba y figuraba en el podio de las tres de mayor edad (las tres son mujeres) de todo el país.
Sus restos serán velados este lunes 11 en Cochería Río Tercero y cremados este martes.
Las otras dos que aparecen como las más veteranas habitantes de Argentina tienen también 112 años.
Esta riotercerense se ubicaba en el lugar 43° de longevidad de todo el mundo, según datos del Gerontology Research Group. O en el 61, según el sitio LongeviQuest, que sigue a los supercentenarios del planeta, registrados con sus partidas de nacimiento.
Se llama supercentenarias a las personas que superan los 110 años. Según LongeviQuest, actualmente habría unas 300 supercentenarios vivos en el planeta. La cifra es cada vez mayor, gracias a los avances en la medicina y a las investigaciones sobre longevidad.
Una italiana acordobesada
Onorina nació el 7 de julio de 1913 en la comuna de Castellero, en el Piamonte de Italia.
Los caprichos de los números hicieron que naciera el mismo año en que se fundaba en las pampas argentinas la ciudad de Río Tercero.

En 1933, a los 20 años, se hizo cordobesa: llegaba a Río Tercero junto con su esposo, José Tagliaferro. La pareja tuvo dos hijos: Humberto y Elsa. Sumó cuatro nietos y 11 bisnietos. En enero llegaría a tatarabuela.
Fue siempre ama de casa. Y nunca dejó de comentar que en su juventud extrañaba su tierra natal después de mudarse. Con los años, que fueron muchos, regresó a Italia siete veces. Pero una y otra vez era con boleto de regreso a Córdoba. La italiana se acordobesó.
Su salud siempre fue su fuerte. Cuando se le ha preguntado sobre el secreto de su longevidad, varias veces ha respondido que es cuestión de mantenerse activa y “no quedarse de brazos cruzados”. También aconseja “no preocuparse demasiado”.
En la misma casa de siempre
En los días previos a su cumpleaños 112, Onorina recibió a La Voz en su casa, sobre calle Acuña, que fue la principal arteria de la ciudad cuando ella arribó a lo que era una pequeña aldea, hace lejanos 92 años.
Vivió y murió en el mismo sitio desde el primer día en que llegó con su esposo.

“Come de todo y apenas toma cuatro remedios, que son vitaminas, y nada para dormir”, apuntaba en la previa de su cumpleaños 112 su nieto Sergio Tagliaferro.
Hasta días atrás, miraba televisión, caminaba por su hogar con ayuda de un andador para mayor seguridad y conversaba con sus familiares a diario.
Onorina dejó de contar con atención cuántos años cumplía a partir de los 100, según apunta su nieto, quien asegura que tras la pandemia su abuela cambió sus hábitos. Por ejemplo, ya casi no salía de su hogar.
“Antes de la pandemia, iba sola al súper y a otros lados, y hacía más cosas, con gran independencia. Luego, se quedó, y la resguardamos”, señaló Sergio, recordando a su abuela como una mujer “hogareña, ama de casa, que le encantaba cocinar ravioles para la familia y cuidar a sus nietos y bisnietos”.
Eso hizo hasta hace apenas algunos pocos años.
Recuerdos de familia
Su nuera, Nora Newton, vivió con Onorina gran parte de su vida, junto con su familia. “Gracias a sus consejos, trabajé toda mi vida de docente”, recuerda, tras mencionar que su suegra siempre hablaba de la importancia de que una mujer fuera independiente.
Gabriel, uno de los bisnietos, recuerda que, antes de la pandemia y luego de un domingo con comida familiar, se acercó con Onorina a una computadora y, mientras le mostraba en la pantalla mapas del Google Earth, ella le comentaba los lugares de Italia donde había vivido de pequeña.

“Siempre fue inteligente, tranquila, alegre, se reía mucho, nos cuidaba y contaba historias; siempre estuvo muy lúcida. Hasta que llegó la pandemia”, rememoraba Gabriel. Ahí algo cambió. Pero Onorina siguió.
Florencia, otra bisnieta, mencionó con orgullo que con Onorina empezó a dar sus primeros pasos para caminar. “Siempre estaba muy predispuesta a la familia, eso es muy italiano; también vivíamos todos juntos en la misma manzana, en casas separadas pero uno al lado del otro; entonces estábamos siempre juntos”, señaló.
“Me acuerdo –prosigue Florencia- de que me contaba un montón de historias de su papá, de sus hermanos, de su pueblo, de cuando vino en barco a Argentina, de las siete veces que volvió a Italia a visitar a su familia”, relató.
Florencia precisó que Onorina nació “en Castellero, un pueblo muy pequeñito, con pocas casas y con una iglesia en la punta de la montaña”. La bisnieta conoció ese lugar en el norte italiano y asegura que es tal como lo describía Onorina en su memoria.