"Te pido que me excuses, pero no te puedo contestar sobre qué puntos flojos veo en el equipo y sobre qué debería cambiar en la defensa... Me parece que estaría dando ventajas a los rivales. Disculpame, pero no puedo responder esa pregunta".
De esa manera, y con un respeto para nada usual en el mundo de las estrellas mediáticas (incluidas las políticas), Alejandro Sabella eludió dar su punto de vista sobre las falencias de la selección argentina de fútbol. La conferencia de prensa posterior al partido de Argentina con Chile continuó con normalidad. Los argumentos fueron considerados razonables por los movileros que seguían ansiosamente la rueda de prensa y ninguno repreguntó sobre ese tema.
Conviene detenerse un poco en la figura del entrenador de la selección nacional, que, más allá de sus funciones específicas, es un dirigente social dentro del país, si se considera el valor que tiene el fútbol para la vida cotidiana en Argentina.
Y con Alejandro Sabella parece haberse abierto un nuevo capítulo en el que la serenidad tiene una importancia fundamental. Él seguramente, y desde su lugar, es una estrella del mundo futbolístico, pero ante la opinión pública aparece como un ciudadano más, como un hombre que puede vivir a la vuelta de tu casa.
Aunque no es un hombre mayor, bien podría ubicárselo como "don Alejandro", el vecino ordenado, al que uno nunca imaginaría extralimitándose en la calle, ni burlando la fe de un acreedor, ni cometiendo torpezas públicas. Mucho menos, gritando en la calle o colocando la bolsa de residuos fuera de hora.
Se trata de un tipo tranquilo, un espejo interesante en el que mirarse. Un señor al que las cosas le salen cada vez mejor, pero no por eso anda con el pecho inflado, autocolocándose en un sitial por encima del resto de los mortales. Tampoco habla como un prócer.
Después de un montón de intentos infructuosos, logró que Lionel Messi fuera el mismo con la camiseta blanca y celeste que aquel que deslumbra al mundo en el Barcelona. El entrenador, sin embargo, toma esto con naturalidad y atribuye la situación a la madurez del pibe de Rosario, antes que a su estrategia para que el jugador se sienta cómodo.
Sabella camina con paso tranquilo, no es hostigado por fotógrafos en su vida privada. No da motivo al escándalo y su mirada transmite tranquilidad.
En este país de contrastes, es buena la instalación de una figura como la del técnico de la selección. Es inte-resante ver cómo se destaca en un mundo donde la arrogancia y la vehemencia crecen de manera desaforada.
Mientras Sabella pide disculpas, la presidenta Cristina Fernández fue denunciada por omitir informar a una legisladora nacional qué hace con las donaciones que recibe. ¿Será porque considera que ella no tiene por qué contestar eso a una persona con una jerarquía inferior? Argentina parece tener un movimiento pendular. Va entre Sabella y los impunes.
Don Alejandro y los impunes
Argentina parece tener un movimiento pendular. Va entre Sabella y los impunes. Eduardo Bocco.
21 de octubre de 2012,
