Se aceleran las importaciones argentinas de carne vacuna, que en el último trimestre del 2024 promediaban las 420 toneladas (peso producto) mensuales y en abril último alcanzaron las 1.624 toneladas, con un precio promedio de unos U$S 4 mil por toneladas. En enero-abril del 2025 se importaron de Brasil 3.455 toneladas por valor de U$S 13,9 millones, mientras que Uruguay colocó en nuestro mercado 790 toneladas, por valor de U$S 2,1 millones; y Paraguay, 470 toneladas por valor de U$S 1,66 millones.
El valor medio de las importaciones sugiere que se trata de trimmings o de carne vacuna tipo industria con destino a la fabricación de hamburguesas, salchichas o chacinados.
Estados Unidos se ha convertido en los últimos meses en uno de los principales motores de la demanda internacional por carne vacuna. Una demanda interna y externa extraordinariamente firme se combina ahora con una oferta ganadera que ha comenzado a declinar: en las últimas siete semanas, la faena semanal –que usualmente es muy estable– se ubica 7,1% por debajo de igual momento del año pasado.
En los primeros cinco meses del año, la producción de carne resultó 2,9% más baja que en 2024, pero el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (Usda) pronostica que el año cerrará con una caída acumulada del 5% interanual, un faltante superior a las 600 mil toneladas.
Se espera una recuperación de la producción de carne vacuna recién para 2028.
El novillo cotiza a U$S 5,00 por kilo vivo y alrededor de U$S 8 por kilo en gancho, mientras que el novillito recriado, listo para entrar al feedlot (370-400 kilos), vale U$S 6,60 por kilo en pie.
El ternero liviano (200-220 kilos) de invernada vale en el mercado de hacienda de Oklahoma hasta U$S 9 dólares por kilo.
Los consumidores demandan cada vez más carne, a precios cada vez más altos. ¿Cuál es el límite?
Desde comienzo de año hasta fines de mayo, la faena de vacas carniceras ha caído un 17% y la de vacas lecheras, un 9%, determinando un faltante crítico del tipo de carne magra que necesita imperiosamente importar la industria estadounidense para corregir el alto tenor graso (50%) de sus recortes de despostada.
Este trimming “grasoso” (50% carne-50% grasa) de fabricación local ha aumentado de precio un 67% en los últimos 12 meses, como reflejo de la caída en la faena de novillos y vaquillonas provenientes del feedlot.
Estos recortes debe ser mezclados sí o sí con carne o trimmings magros (90CL), en gran parte importados, en una proporción de 5 a 1, para obtener un “blend” de carne picada utilizable industrialmente de “83% carne-17% grasa”.
Cuanto más pesados son los novillos y las vaquillonas provenientes del feedlot, más grasa debe descartarse; cada novillo o vaquillona genera hoy unos 65-70 kilos de trimmings “grasosos”, que deben ser mezclados con carne magra.
Los trimmings 90CL (magros) valen el triple por tonelada que los “fifty-fifty”. Estados Unidos tiene una gran dependencia de la importación de carne magra.
De manera oficial se calcula que 45% de la carne en Estados Unidos se consume como picada, pero hay varios estudios que elevan esa estimación al 55% de la demanda total, si se consideran también los cortes que las amas de casa compran enteros en supermercados o carnicerías y pican luego en su casa, para evitar o mitigar la contaminación bacteriana.
El kilo de carne picada al mostrador –el corte más vendido– que hace cinco años valía U$S 9 por kilo, hoy se paga U$S 13,60 por kilo.
Según la información brindada por la Universidad de Kansas, el peso vivo de los novillos al momento de la faena es hoy de 660 kilos. El costo por kilo ganado en los corrales promedia U$S 2,40 en el caso de los novillos y U$S 2,68 en el de las vaquillonas.