En Estados Unidos, el ciclo ganadero se ha dado vuelta: los precios no paran de subir, alcanzando niveles récords. Se espera para este año una caída en la faena del ganado bovino del 7%, y una reducción del 14% en la matanza de vacas y de toros, que es lo que compone el grueso de la oferta doméstica de carne magra, que provee a la gigantesca industria de la carne picada.
En este contexto tan complejo, Donald Trump ha amenazado a Brasil con aranceles adicionales del 50% a la importación de varios productos, incluida la carne vacuna, lo que volvería imposible continuar con un flujo comercial de Brasil a este país, equivalente hoy a unas 350 mil toneladas anuales.
A este faltante –el 20% de lo que Estados Unidos importa– hay que agregarle además una nueva suspensión por parte de las autoridades sanitarias estadounidenses de la importación de terneros en pie de México, como consecuencia de la dispersión -cada vez más preocupante- del “Gusano Barrenador del Nuevo Mundo” en los estados del norte de México.
Estados Unidos está desde hace décadas muy involucrado en la lucha contra el gusano barrenador; en Centroamérica financia la producción e importación de machos estériles de la mosca que lo difunde, pero esta técnica, hasta ahora eficaz, parece impotente para frenar la difusión de la mosca.
La suspensión de la importación de terneros de México, unos 1,2 millones de crías anuales, equivale al 3% de la parición doméstica estadounidense y tendría efecto en una menor producción de carne vacuna el año próximo, para cuando ya se esperaban caídas significativas adicionales en la producción de carne de ese país.
Si Brasil llegara a perder el mercado de Estados Unidos, la oferta alternativa de carne podría provenir de Australia, Argentina, Paraguay y Uruguay (en ese orden).
Cabe interrogarse en qué mercados (¿China?) volcará Brasil el enorme volumen de carne que coloca ahora en Estados Unidos.
Hoy, perturbado por la guerra de aranceles del país del Norte, el mercado internacional muestra –todavía– un panorama muy favorable: en enero-junio las exportaciones de Brasil de carne vacuna crecieron un 17%; las de Australia, un 18%, y las de Paraguay, un 18%. En el mes de junio que acaba de terminar, la facturación diaria de las exportaciones brasileñas de carne vacuna creció un 52% con respecto a junio del año pasado.
Estados Unidos aumenta sus importaciones un 17% en lo que va del año, y China –que en enero-mayo bajó sus compras un 10%– está aumentando estas últimas semanas sus adquisiciones y mejorando los valores que paga.
Está firme la demanda de China, Estados Unidos y el sudeste asiático, con una oferta internacional de carne vacuna que promete caer en 2026.
El riesgo del freno chino
Sin embargo, la noticia más preocupante en el ámbito internacional está originada en la posibilidad de que las autoridades chinas establezcan limitaciones a las importaciones de carne vacuna. Circulan dos versiones: la primera es que a partir del año próximo se establecería un cupo fijo de importación de carne vacuna, repartido entre los países proveedores, mediante cuotas, y todo lo introducido por encima de ese cupo adjudicado a cada país pagaría un arancel elevado.
La segunda versión dice que China fijaría una cuota fija global, donde los diferentes países exportadores competirían hasta agotarla, utilizando el sistema llamado “primero llegado, primero servido”, similar al que usa la Unión Europea con la cuota 481.
Como se ha verificado también en el caso de la cuota de importación de los Estados Unidos, el sistema de “primero llegado, primero servido” podría favorecer a Brasil, cuyos volúmenes exportables son gigantescos y que podría apresurase a embarcar hasta agotar la cuota anual prematuramente.